El boom petrolero en el ecuador
En
la década de los setenta la región amazónica es declarada zona baldía. Se
redacta una nueva reforma agraria y desde el gobierno se invita a los
habitantes de la sierra a colonizar los bosques tropicales. Se reparten las
tierras. Se adquirirán en propiedad al cabo de un tiempo. El requisito
indispensable es el trabajo. Se promueve la ganadería. Cada colono deforesta
gran parte de los lotes repartidos. Venden la madera de los árboles talados y
compran ganado. Cada vaca necesita una hectárea (10 mil metros cuadrados) de
pasto para su engorde. Los pueblos indígenas recularán ante tal ofensiva.
Paralelamente se inician las primeras prospecciones
sísmicas en el nororiente de la región amazónica. Se perforan pozos y se
construye el SOTE (sistema de oleoducto trans ecuatoriano). El país empieza a
exportar petróleo. La empresa encargada de todo ello es la TEXACO. Por aquel
entonces, la deuda se cifra en casi 300 millones de dólares y el índice de
pobreza roza el 30% de la población. En poco tiempo, y debido a la actividad de
la TEXACO, se extingue el pueblo Tetetes y otros se ven seriamente amenazados.
30 años después la deuda externa llega a los 20.000 millones de dólares y la
pobreza sobrepasa el 80% de la población indígena. En estos años fueron
extraídos más de 1.500 millones de barriles de crudo. Se calcula que el doble
de esta cantidad, con sustancias tóxicas, fue arrojada a los ríos de la zona.
La región amazónica hereda un enorme pasivo ambiental. A medida que avanza la
actividad industrial en el bosque amazónico, los ríos se contaminan, los suelos
se erosionan y los bosques desaparecen. Actualmente, treinta años después del
boom petrolero, en el nororiente ya no disponen de agua apta para el consumo.
Sorprende el dato al tratarse de una de las regiones con más pluviosidad del
planeta. En la actualidad hay más de 15 empresas petroleras extranjeras que se
reparten el suculento botín que representa la Amazonía ecuatoriana.